Hace un par de meses
decidí que estaba dispuesta a comenzar una vida nueva. No sé si he
comentado aquí que para mí el año comienza el 15 de Septiembre, el
día de mi cumpleaños. Como además coincide con el final del verano
y el comienzo del curso escolar, me parece que es el inicio de todo y
más que nada, el día en el que hay que hacer los actos de
contrición y propósitos de enmienda. Este año hice mío uno de los
buenos propósitos más manidos que existen: adelgazar. Yo vivía
bastante feliz en la ignorancia. Me había pasado todo el verano sin
pesarme y comiendo como si fueran a prohibirlo, como si no hubiera un
mañana. Empecé a tomar conciencia del asunto a medida que me iba
quedando sin ropa que me quedara cómoda. Me la seguía poniendo
(buena soy yo para aprovechar las cosas) pero algo tan básico como
respirar con ritmo y regularidad se me hacía una empresa difícil.
Lo peor llegó cuando decidí subirme a la báscula. Fue una decisión
dura y tuve que juntar muchos reaños para llegar a hacerlo, que
conste. Los números fluctuaban indecisos mientras yo aguantaba la
respiración, metía barriga y apretaba puños, mandíbulas y esfínteres al
unísono. Cuando por fín se quedaron quietos y me percaté de mi
peso real...toda mi vida pasó por delante de mis ojos. ¿POR QUÉ A MÍ, SEÑOR? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ A LA GENTE BUENA LE PASAN COSAS MALAS?, clamé al cielo desconsolada. (Concurso
para los seguidores del blog: Se sortea un sobre sorpresa de Dora
Exploradora a quien sepa decirme en qué circunstancias pronunció
Ross esta frase en Friends. Podéis dejar las respuestas en los
comentarios.)
A
partir de ahí establecí un diálogo intensivo con mi cuerpo para
decidir la estrategia a seguir. Renunciar a las grasas trans, a picar
entre horas, a los postres ricos... Tomar mucha fibra, comer piña a
todas horas, beber litro y medio diario de agua... Lo de siempre. Ya
he perdido algo más de cinco kilos pero aún me sobran otros tantos.
Lo que más echo de menos es el pan. Ya sólo me como las miguillas
que pillo encima de la mesa chupándome el dedo índice y me acuerdo
muchísimo de Gloria Stefan porque oye, mi cuerpo pide salsa.
No
creáis que soy una tía disciplinada de principios férreos. Caer en la tentación siempre ha sido mi especialidad. De vez
en cuando me salto la dieta y hago locuras, como comerme una paella o
un plato de pasta. Me gusta vivir al límite y pocas cosas
me gustan más que un buen plato de hidratos de carbono. En esos casos,
cuando como arroz y espaguetis, alcanzo un estado muy cercano al
Nirvana, palabra. Este sábado voy a comer en casa de mi tía y creo
que va a preparar un cocido comodiosmanda. Un cocido de Luxe. Sólo
de pensarlo hago como los perros de Pavlov.
Como voy a pasar la próxima semana en Gijón y me reencontraré con
gente que hace tiempo que no veo, os pediría desde aquí que me dierais alguna palabra de aliento. Un poco de arenga
siempre viene bien. Se me ocurre, por ejemplo, que nada más verme me digáis que me
encontráis muchísimo más delgada. Y si, al igual que mi madre, no me
notáis ningún cambio en la figura, al menos decidme que me
encontráis más guapa. Qué os cuesta.
ROSA
Cuenta con ello....ya te estoy esperando
ResponderEliminarTú tranquila, con la edad todos perdemos vista...
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