Cuando sea mayor, o vieja incluso, voy a vivir en un ático con una gran
terraza. Tan grande va a ser la terraza que voy a poder tener en ella flores,
un rinconcito chill-out, un gallinero como el de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” y un pato. A las
gallinas les voy a poner nombres de personajes históricos importantes: Mesalina,
Magdalena o Aspasia, por ejemplo. Al
pato le voy a llamar Pitágoras, como el que tenía mi prima N, que era
tranquilo hasta que descubría que llevabas cordones en los zapatos. Entonces
se enajenaba y se liaba a picotazos con una violencia tal
que un dóverman amaestrado por las SS alemanas resultaba manso a su lado.
Pitágoras no cejaba en su empeño y no te soltaba hasta que mi prima se quitaba
una zapatilla y zas! le arreaba en toda la cabeza. (Ay Dios, no sé si lo que
acabo de contar es políticamente correcto) Entonces se alejaba volviendo la
vista atrás de vez en cuando y murmurando “Esta
te la guardo, tía” (Cuácuá cuácuá, cuá).
Te miraba con los ojos entrecerrados y a veces incluso uno le brillaba, clin!,
como a los malos de los dibujos animados.
Mi pato Pitágoras, el mío, el que voy a tener en mi terraza, no va a ser
agresivo. Va a ser dulce y cariñoso. Estoy pensando que le voy a comprar una
novia, que ya dijo Dios “No es bueno que
el pato esté solo” Así tendrán patitos e irán por toda la terraza en fila
india, cuá, cuá, cuá, cuá. Ay qué ricos.
Cuando sea mayor, o vieja incluso, voy tener un huerto ecológico (en mi
superterraza) donde cultivaré tomates, lechugas y calabacines. Quizás también
fresas. Si tenéis suerte y me queréis mucho puede que os dé un tarro de mis
confituras caseras recién envasadas. Por muy grande que sea la terraza no creo
que la producción sea demasiado abundante, así que conformaros con un tarro o
como mucho ya digo, si tenéis suerte y me queréis mucho, dos.
Cuando sea mayor, o vieja incluso, voy a tener un salón con chimenea.
Una de esas modernas como la que sale en “Castle”
que no te impregnan de olor a matanza de pueblo de Castilla (ese olor que a mi
simpatizante tanto le gusta, por otra parte). Y alrededor de la chimenea nos
sentaremos los amigos a tomar Gintónics, a criticar al nuevo presidente de la
República y a celebrar la victoria del Sporting de Gijón en la Champions.
Cuando sea mayor, o vieja incluso, voy a tener un novio cubano. Un melocotón buenorro que me preparará un Banana Daikiri cuando los amigos por fin
se vayan. Me ayudará a cuidar mi huerto (siempre con el torso desnudo, eso sí)
y le dará de comer a los patos, además
de recoger cada día los huevos de Mesalina y compañía. Será muy cariñoso, tanto
o más que el pato. Me llamará Mamita
linda, bailará el guaguancó para mí y me dará masajes con aceite de bergamota. Luego
descubriré que estaba liado con mi jardinero, que sólo me quería por mi dinero
y que gustaba de usar mi ropa interior sexy de vez en cuando, pero eso es otra
historia. A mí no me va a afectar demasiado. Yo sólo quería un chulazo sabrosón
para presumir delante de mis amigas.
O a lo mejor no. A lo mejor cuando sea mayor, o incluso vieja, tendré artritis y artrosis, una prótesis de aluminio en la cadera y una
dentadura en un vaso encima del lavabo. Me reuniré con mis amigas para jugar al
parchís, para hablar de nuestros dolores y para criticar a mi nueva nuera. Usaré
Indasec, Corega Ultra, bragas cristianas, gafas de corta y media distancia y puede
que un andador. Y con suerte, si la cosa marcha bien, seguiré teniendo un
simpatizante que me enseñará a bajar los bordillos de la acera con el andador,
que me invitará a cenar jamón y vino rico y que, cuando llegue el más crudo
invierno, me arropará con una mantita delante de su chimenea de leña. Y los dos
oleremos a pueblo.
A mí tanto reposo me está trastornando la jodía cabeza, ya os lo digo.
ROSA
Pero Rouse, ¿no nos ibamos a comprar una Harley Davidson y dar la vuelta al mundo con canas y a lo loco???
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