La
vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Ay, dios. Si tenía yo poco con
haber descubierto que soy una LAT ahora resulta que también soy una “Foody”.
Cuántas cosas se descubren de una misma cuando se lee la revista de Ana Rosa
Quintana. Denominan Foodies a los “paladares exquisitos en busca de nuevas
experiencias gastronómicas”. Ahí le has dao, Ana Rouse, ahí le has dao. Y yo
pensando que era una vulgar glotona.
Me
gusta comer. Reconozco que me dan repelús ese tipo de personas, normalmente
mujeres, que dicen que comen por obligación, porque hay que hacerlo, pero que
no disfrutan. Que les da igual fu que fa. A su favor tienen que son flacas
(siempre son flacas) y en su contra tienen que se pierden uno de los grandes
placeres de este mundo y no están las cosas para ir desdeñando placeres. Qué
queréis que os diga, a mí la gente así me da penilla. Mi compañera de trabajo
dice que jamás ha sentido necesidad de comer, que no sabe qué es eso. Y me lo
dice a mí, que a las dos y media estoy subiéndome por las paredes de la oficina
y veo turbio del hambre que tengo. A veces la veo picar algo, una galletina o
un snack, pero enseguida se llena. A mí no me engaña. Eso ni es comer ni es ná.
Huelga decir que ella pesa más o menos la mitad que yo, gramo arriba gramo abajo.
Hay
nuevas tendencias para los gourmets que se están poniendo de moda. Una de ellas
me encanta: Invitar a desayunar. Qué detallazo que alguién te lleve a un sitio
chulo a tomarte un café bien hecho o un chocolate con tostadas o cruasanes calentitos...
Hummm. Si no estáis salivando es que estáis muertos. Dentro de esta nueva
tendencia destaco lo que a mí más me gusta: El Brunch. Seguramente los más
“cool” de los que me estéis leyendo ya sabéis de qué os hablo y puede que ya lo
hayáis practicado. Se trata de una mezcla entre el desayuno y el almuerzo
(nuestras madres inventaron algo parecido tiempo atrás con las meriendas-cena).
El Brunch se toma a eso de las doce o la una y con eso aguantas hasta la noche
porque puede durar hasta las cuatro de la tarde en algunos casos. Empezaron a
servirlo en los hoteles más chic para la gente trasnochadora y ya se va
extendiendo. Se sirve café, zumos, bollería y delicatessens dulces pero también
platos salados e incluso champán. Cuando yo viajo hago mi propia versión del
brunch. Siempre elijo hoteles donde me aseguren que el desayuno buffet es muy
bueno y me pongo como el Quico (¿Quién será el Quico?) llegando a tener que saltarme la comida si me he empleado a fondo. Yo es que soy muy de desayunar. Uno de los lugares más
chulos que he conocido y en el que más he disfrutado de este noble arte ha sido
en Le Pain Quotidien. Fue en Bruselas, en un viaje que hice hace unos
años, cuando mi amiga M. trabajaba allí en asuntos de la Unión Europea. Le
Pain Quotidien es una franquicia francesa de panaderías ecológicas donde
eliges lo que quieres tomar (también hay menús standars maravillosos) y te lo
sirven en divertidas “mesas comunales” donde puedes leer la prensa o charlar
mientras disfrutas de artículos de primerísima calidad: mermeladas estupendas,
panes variados, magdalenas o muffins riquísimos... Pongo una foto que he
encontrado que parece que desprende aroma y todo. Qué rico, madre. También
puedes comprar lo que quieras y llevártelo a casa. Es un poco caro, pero merece
la pena. Aquí en España sólo existen dos establecimientos de esta franquicia y
los dos están en Madrid: uno en Fuencarral y otro en Velázquez.
Otra corriente nueva relacionada con el mundo gastronómico son las cenas
clandestinas. Se trata de restaurantes efímeros que abren sólo para una noche.
Se encuentran en lugares misteriosos
donde se convoca a gente que no se conoce entre sí y que no sabe ni qué van a
comer ni quién se lo ha preparado. Prestigiosos chefs se prestan a esto y quien
lo prueba dice que más que una cena es toda una experiencia. Una chorrada me
parece a mí. Esto debe ser para las celebrities porque lo más clandestino
que he comido yo últimamente es medio sandwich de Nocilla que abandonó mi hijo
en la alfombra del salón. Si buscáis emociones gastronómicas fuertes tenéis más
información en www.banquetepopup.com. Ahí os lo dejo.
Yo
quiero instaurar una nueva tendencia. El croquetismo. Soy croquetista y lo
confieso. Creo que todo surgió por un trauma infantil que padezco: Mi madre no
me hacía croquetas cuando yo era pequeña. Terrible ¿verdad? Creo que la razón
es que le daba pereza pero también puede ser que fuera porque normalmente se
hacen con las sobras y en mi casa no sobraba na-da. O sea, que nos lo
zampábamos todo. El caso es que a mí me gustaban mucho y yo veía como las otras
mamás sí las hacían y la mía no... y...
Ayyyy, bastante bien he salido con la infancia tan triste que he tenido.
A
lo que iba. Hace varios años que voy en busca de la croqueta perfecta. Incluso
fui a la taberna de los Bardem en Chueca porque presumían de tener las mejores
del mundo: las croquetas Jamón-Jamón. Pues qué queréis que os diga, son
francamente buenas pero de que son las mejores del mundo nasti de plasti. Hasta
ahora las primeras de mi ranking son las de un restaurante llamado Almirez en
Hervás, un pueblo preciosísimo en pleno valle cacereño del Ambroz. Las hacen de
puerro, de calamares en su tinta, de jamón, de ibéricos... Si tenéis
oportunidad no dejéis de ir. Como recomendación más de andar por casa os diré que
las de Hacendado (otra vez el Mercadona) son estupendas. Parecen totalmente
caseras y están ricas, ricas y con fundamento que diría aquél. También me gustan
muchísimo las que hacen las madres de alguna de mis amigas (como la mía no las
hace...). Aprovechan las sobras del cocido y están de muerte. Pero
eso no son croquetas, son “cocretas”.
Bueno,
pues eso, que a mí me gusta comer. Que disfruto un montón y que la gula me
parece el mejor de los pecados; un pecado de gente maja, afable y bonachona.
Ahora quiero perder unos kilos (cinco o seis), sé que tengo que renunciar a
muchas cosas buenas y eso me entristece mogollón. Es inevitable. Pienso en las
albóndigas de mi madre, en los tiramisuses de Rocío, en el arroz con leche de
Flori, en los desayunos de Bruselas, en las croquetas de Hervás... y me pongo
triste. Muy triste.
ROSA
Me ha encantado...sí señor, cuando vengas a mi casa te hago coquetas.
ResponderEliminarLo que siempre pensé..tu siempre a la última .lat ,foody.y esque te pega Jujuy besos me encanta vuestro blog.san.
ResponderEliminarSaludos de otra foody convencida y confesa, la 'cocreta' perfecta la de mi madre, un pequeño detalle: Le Pain Quotidien es una franquicia belga, no francesa y en Madrid ya hay 5 y en Barna 1, por lo demás totalmente de acuerdo. Tu acompañante en LPQ en Bruxelles.
ResponderEliminarMafaldita hija, y qué te cuesta darme a probar las cocretas de tu madre. Qué te cuesta, si sabes que me harías inmensamente feliz.
EliminarYo también miro que tenga un buen desayuno, ¿y sabes lo primero que hago nada más llegar al hotel? Preguntar hasta qué hora se sirve, para no tener que madrugar mucho, jijiji.... cuando me dicen que hasta las 10:30 me vengo arriba!
ResponderEliminarme refiero a que el hotel donde vaya tenga buen desayuno
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