jueves, 27 de febrero de 2014

PERSONAS ESPECIALES PERO NO DIFERENTES

   Hace unos días leí en Facebook cómo la madre de una niña con autismo se lamentaba de la actitud de un grupo de personas cuando su hija actuaba públicamente en un festival del colegio.  No me imagino el enorme esfuerzo que tanto para ella como para sus padres supondría esta actuación pública. Esfuerzo y a la vez ilusión. Un paso más. Pero la ignorancia , traducida en risas y burlas, y el “no saber estar” de ciertas madres  bañó de negatividad lo que se supondría que  iba a ser un día especial.

En los planes de estudio faltan muchas asignaturas que nos enseñen a comportarnos en determinadas situaciones y a tratar y convivir con personas diferentes. Quiero pensar que la reacción de burla que sufrió esa niña en su actuación fue por ignorancia y desconocimiento por parte de esas personas, no por mala leche o mala intención. Y si no fuera así desde aquí las maldigo.


Cuando yo iba al colegio había en nuestra clase una niña que nunca se relacionaba con las demás, una niña que no participaba en las actividades escolares y que cuando le tocaba leer se quedaba callada. Como todas éramos pequeñas e inocentes nunca le dimos importancia a su actitud, ni nunca nos preguntamos por qué, cuando le tocaba a ella decir la lección, las profesoras se saltaban su pupitre y se dirigían a otra compañera de clase. Me acuerdo que una vez leyó. Y por una extraña razón todas las demás alumnas empezamos a aplaudir. Un acto instintivo. Al día siguiente nuestra compañera no asistió a clase y la tutora nos dijo que agradecía nuestra iniciativa del día anterior, pero que si volvía a ocurrir no volviéramos a aplaudir , que era mejor para ella que actuáramos con normalidad ante cualquier logro que hiciera. Ahí quedó la anécdota. Nunca me pregunté el porqué de esa enseñanza, pero siempre me quedaron grabadas las palabras de nuestra profesora.

Muchos años después en el instituto había un chico que no se relacionaba con los demás. Me acuerdo que sacaba muy buenas notas, y que era muy inteligente. Cuando salíamos al recreo todos íbamos con nuestro grupo de amigos mientras él caminaba sólo con las manos agarradas atrás y daba vueltas al patio hasta la hora de volver a clase. Lo peor de todo es que en esta época de la adolescencia en la que estamos cegados por la estupidez y la sinvergüenza, le habíamos puesto un mote al chico y nos reíamos de él. No me acuerdo del mismo, pero me imagino que  era un mote muy poco afortunado.
Con los años me he dado cuenta que esa gente era especial. Estoy segura que tendrían algún problema de aprendizaje, algún síndrome relacionado con el autismo o simplemente problemas en su entorno familiar o algún trauma de la infancia.  Nadie nos enseñó cómo tratar a esos compañeros, cómo entender mejor "su mundo" y cómo hacerles partícipes del nuestro. Entiendo que la integración es absolutamente necesaria aunque también imagino que tremendamente difícil. Sólo cuando nos toca de cerca ciertas cosas es cuando nos damos cuenta de que vivimos en la ignorancia  y desinformación más absolutas.

Hace unos meses tuve una cliente con síndrome de Asperger. Me costó mucho saber cómo tratarla, y si bien al principio sus visitas me resultaban incómodas, enseguida me guié por mi intuición y sólo traté de comprenderla y hacerme comprender de la mejor manera posible. Puedo decir a día de hoy que es una de las pocas personas que me han agradecido mi trabajo y me ha hecho sentir , a mí,especial. Paradojas  de la vida, su hijo padece autismo.


Hace poco estaba con unos amigos esperando a que terminara el cumpleaños de una de mis sobrinas políticas, cuando un niño se acercó a mi taza de café y a mi trocito de bizcocho y comenzó a comerlo sin pedirme permiso. Mis compañeros de mesa me preguntaron si conocía al niño, les dije que no. Nos extrañó su actitud  pero nadie dijo nada. Cuando el niño echó a correr levanté la cabeza y ví como se acercaba a su madre. Sonreí para mis adentros cuando reconocí a su madre como mi cliente. Ella también me vio y me saludó con la mano señalándome a su hijo para indicarme que ese era su precioso niño.
La conclusión a la que quiero llegar es que nadie nos enseña que hay familias que tienen que luchar y pasar  día a día por muchas dificultades que les ha puesto la vida, que los demás no somos conscientes de por qué a veces la gente es cómo es, y el por qué actúan de determinadas maneras. A veces o casi siempre optamos por el peor de los caminos, como es excluirlos o burlarnos de ellos.  Lo que sí creo es que si eres una persona con un mínimo de racionalidad, aunque no estés preparado para afrontar determinadas situaciones las intentas solventar de la mejor manera posible, con  mayor o menor acierto, pero con un grado de decencia y consideración. Lo que no puedo comprender es que todavía haya personas adultas que sigan cegadas por el aquel velo de estupidez y  sinvergüenza de cuando eramos jóvenes e inmaduros, porque ya no tienen justificación posible.
Las madres que se rieron de aquella niña en la actuación todavía no han aprendido una de las mayores lecciones de la vida: el respeto hacia los demás.

Dedicado a mi nueva amiga y a su dulce niña. 


ROCIO

2 comentarios:

  1. Rocío imagino que sabrás que a estas alturas me tienes llorando a moco tendido, ¿verdad???. Si le doy gracias a mi hija todos los días, entre otras cosas, es porque me ha enseñado a ser mejor persona, a simplificar, relativizar, entender y aceptar muchas circustancias de la vida, tanto mía como de los demás...el instinto asesino que me entra de vez en cuando no cuenta, (estoy trabajando en ello...). Beso grande

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