lunes, 15 de julio de 2013

LA TORMENTA PERFECTA

   Domingo 14 de julio, 5.30 p.m.. Nacional 630. Algún lugar entre Benavente y Zamora. De repente, se desata la tormenta perfecta. La conductora hace el trayecto Gijón-Cáceres y aunque estaba advertida, tormentas con mucho aparato eléctrico en la zona centro del país, nunca pensó que sería tan brutal. La lluvia azota de forma salvaje y no permite ver nada. El limpiaparabrisas no da abasto. Zas, zas, zas, zas. El cristal se empaña en menos de dos segundos. La conductora se asusta un poco y aprieta tan fuerte las mandíbulas que corre peligro de hundirse las muelas dentro de la encía. Pone el aire frío a tope para desempañar y reduce muchísimo la velocidad. Los rayos y los truenos se solapan y los granizos son del tamaño de canicas. El ruido es atronador. Susto, cague, miedito. Necesita un refugio.

  Aparece un pueblo. Corrales del Vino creo que es. La conductora vuelve a creer en Dios. Una gasolinera y un bar de carretera. Para el coche, respira hondo y al bajarse hunde el pie, sólo cubierto con una sandalia de lo más escueta, en un montón de granizo. Se felicita por acertar siempre con el calzado perfecto para cada momento. Grrrrr. Sólo hay cinco metros entre el coche y la puerta del bar y se empapa completamente. Mierda, mierda, mierda. El efecto "camiseta mojada" no le mola nada. Da igual, se siente a salvo. "¿Qué te pongo, guapa?" "Café con leche. Con sacarina, por favor".  El bullicio es enorme. El bar es muy pequeño y hay cuatro mesas ocupadas por cuatro hombres cada una. Partidas de cartas. Parece brisca. O tute. Mus no, porque no hay amarracos. Debe ser un torneo. En la barra sólo hay una chica sentada en un taburete. Vista la limpieza del local es posible que jamás pueda despegarse de él. Es joven, guapa y delgada. A la conductora le sorprende lo inapropiado de su indumentaria. No pega nada con el entorno. Viste vestido blanco, largo, con escote palabra de honor y sandalias altísimas de tacón de aguja. “Ya verás cuando salgas” , piensa la conductora, “te vas a enterar”. Lleva un peinado bastante peculiar también. Una coleta en el lateral derecho de su cabeza. La lleva tan tirante que en lugar de zamorana parece de Tokio. Tiene cara de estar aburriéndose hasta el infinito. Mira el móvil y suspira. Puf. De la mesa número tres se levanta un tipo rechonchete y no muy alto con bermudas de cuadros por debajo de la rodilla, camisa también de cuadros (otros), zapatillas de deporte con cordones fluorescentes y gafas de sol tipo raperomaquinero puestas de diadema. “Cari, ya termino” le dice y se levanta a darle un pico. Ella hace una mueca de resignación y dice algo entre dientes. Sigue diluviando. La conductora mira por la ventana con el ojo derecho y con el izquierdo observa de reojillo la escena. Es una capacidad que tiene tras sufrir largos años de estrabismo. No es favorecedor pero es tremendamente práctico. Pasan más de veinte minutos en los que la tormenta no cesa y hasta cree ver pasar un gran barco con muchos animales de diferentes especies y un señor de pelo y barba blancos al frente. Debe tratarse de una alucinación. “Churri, que ya acabo. Anda, pídete un helado” dice el maquinerorapero sin levantar la vista de las cartas. La sinsustancia de su novia le pide al camarero un Corneto con un hilillo de voz. La conductora se calienta poco a poco. Nota cómo se le acelera el pulso y la tormenta se desata también dentro de su cabeza. No se siente orgullosa de su hostilidad pero le falta el pelo de una cabra para decirle a la chica que es boba, que se espabile, que se vaya con las amigas por ahí y que pase de aguantar a ese tío. No entiende cómo soporta ser llamada con apelativos como cari, churri o chati. Le parece indigno y humillante. Tampoco entiende que, sin protestar, espere con infinita paciencia a que él le haga un poco de caso y compañía. La sumisión nunca fue su estilo. “Como encima pague el helado, le suelto un guantazo” piensa.
   Suerte tuvo de que en ese momento, dejó de llover.

ROSA      

4 comentarios:

  1. Yo no sé si hubiera aguantado esa tormenta. Tengo pánico a las tormentas y en carretera, con lluvia o granizo, aún más.
    Tal vez el estado en el que entraste en el bar es el que te hizo ver de esa manera la escena que describes. Siempre pienso que el tiempo influye mucho en los ánimos de la gente.
    Un día soleado invita a otro tipo de cosas. Pilar P.

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    1. No. La zamorana de Tokio era tonta y el maquinero rapero un chulo. Te lo digo yo.

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  2. Un final muy rápido para tan apasionante historia. Pensé que le ibas a decir algo al chico o llevarte a la novia a Cáceres contigo en busca de una nueva vida... ainss

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  3. Rosa porfi, porfi, porfi....tienes que volver a ese lugar y preguntarle a la chica el motivo de su indumentaria!. El resto de su vida no me interesa...igual y chulito de su novio es asi delante de sus amigos pero en la intimidad es un calzonazos de la leche y la tía una tirana...puede ser...pero lo que mi cabeza no acaba de digerir es la necesidad de asistir al acto vestida de esa manera, a no ser que fuese ella la encargada de entregar el premio al ganador...date!, seguro que era eso!, y ahora que me acuerdo, si esto te parece humillante, ¿qué opinas de las chicas (tías buenorras con vestimenta cuando menos reducida de tamaño) encargadas de sujetar las sombrillas de los motociclistas mientas esperan la salida?será que no estoy acostumbrada pero me pareció muy poco caballeroso...

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