viernes, 27 de septiembre de 2013

COMER ES UN GRAN PLACER

            La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Ay, dios. Si tenía yo poco con haber descubierto que soy una LAT ahora resulta que también soy una “Foody”. Cuántas cosas se descubren de una misma cuando se lee la revista de Ana Rosa Quintana. Denominan Foodies a los “paladares exquisitos en busca de nuevas experiencias gastronómicas”. Ahí le has dao, Ana Rouse, ahí le has dao. Y yo pensando que era una vulgar glotona.

            Me gusta comer. Reconozco que me dan repelús ese tipo de personas, normalmente mujeres, que dicen que comen por obligación, porque hay que hacerlo, pero que no disfrutan. Que les da igual fu que fa. A su favor tienen que son flacas (siempre son flacas) y en su contra tienen que se pierden uno de los grandes placeres de este mundo y no están las cosas para ir desdeñando placeres. Qué queréis que os diga, a mí la gente así me da penilla. Mi compañera de trabajo dice que jamás ha sentido necesidad de comer, que no sabe qué es eso. Y me lo dice a mí, que a las dos y media estoy subiéndome por las paredes de la oficina y veo turbio del hambre que tengo. A veces la veo picar algo, una galletina o un snack, pero enseguida se llena. A mí no me engaña. Eso ni es comer ni es ná. Huelga decir que ella pesa más o menos la mitad que yo, gramo arriba gramo abajo.

            Hay nuevas tendencias para los gourmets que se están poniendo de moda. Una de ellas me encanta: Invitar a desayunar. Qué detallazo que alguién te lleve a un sitio chulo a tomarte un café bien hecho o un chocolate con tostadas o cruasanes calentitos... Hummm. Si no estáis salivando es que estáis muertos. Dentro de esta nueva tendencia destaco lo que a mí más me gusta: El Brunch. Seguramente los más “cool” de los que me estéis leyendo ya sabéis de qué os hablo y puede que ya lo hayáis practicado. Se trata de una mezcla entre el desayuno y el almuerzo (nuestras madres inventaron algo parecido tiempo atrás con las meriendas-cena). El Brunch se toma a eso de las doce o la una y con eso aguantas hasta la noche porque puede durar hasta las cuatro de la tarde en algunos casos. Empezaron a servirlo en los hoteles más chic para la gente trasnochadora y ya se va extendiendo. Se sirve café, zumos, bollería y delicatessens dulces pero también platos salados e incluso champán. Cuando yo viajo hago mi propia versión del brunch. Siempre elijo hoteles donde me aseguren que el desayuno buffet es muy bueno y me pongo como el Quico (¿Quién será el Quico?) llegando a tener que saltarme la comida si me he empleado a fondo. Yo es que soy muy de desayunar. Uno de los lugares más chulos que he conocido y en el que más he disfrutado de este noble arte ha sido en Le Pain Quotidien. Fue en Bruselas, en un viaje que hice hace unos años, cuando mi amiga M. trabajaba allí en asuntos de la Unión Europea. Le Pain Quotidien es una franquicia francesa de panaderías ecológicas donde eliges lo que quieres tomar (también hay menús standars maravillosos) y te lo sirven en divertidas “mesas comunales” donde puedes leer la prensa o charlar mientras disfrutas de artículos de primerísima calidad: mermeladas estupendas, panes variados, magdalenas o muffins riquísimos... Pongo una foto que he encontrado que parece que desprende aroma y todo. Qué rico, madre. También puedes comprar lo que quieras y llevártelo a casa. Es un poco caro, pero merece la pena. Aquí en España sólo existen dos establecimientos de esta franquicia y los dos están en Madrid: uno en Fuencarral y otro en Velázquez.


            Otra corriente nueva relacionada con el mundo gastronómico son las cenas clandestinas. Se trata de restaurantes efímeros que abren sólo para una noche. Se encuentran en  lugares misteriosos donde se convoca a gente que no se conoce entre sí y que no sabe ni qué van a comer ni quién se lo ha preparado. Prestigiosos chefs se prestan a esto y quien lo prueba dice que más que una cena es toda una experiencia. Una chorrada me parece a mí. Esto debe ser para las celebrities porque lo más clandestino que he comido yo últimamente es medio sandwich de Nocilla que abandonó mi hijo en la alfombra del salón. Si buscáis emociones gastronómicas fuertes tenéis más información en www.banquetepopup.com. Ahí os lo dejo.

            Yo quiero instaurar una nueva tendencia. El croquetismo. Soy croquetista y lo confieso. Creo que todo surgió por un trauma infantil que padezco: Mi madre no me hacía croquetas cuando yo era pequeña. Terrible ¿verdad? Creo que la razón es que le daba pereza pero también puede ser que fuera porque normalmente se hacen con las sobras y en mi casa no sobraba na-da. O sea, que nos lo zampábamos todo. El caso es que a mí me gustaban mucho y yo veía como las otras mamás sí las hacían  y la mía no... y... Ayyyy, bastante bien he salido con la infancia tan triste que he tenido.

            A lo que iba. Hace varios años que voy en busca de la croqueta perfecta. Incluso fui a la taberna de los Bardem en Chueca porque presumían de tener las mejores del mundo: las croquetas Jamón-Jamón. Pues qué queréis que os diga, son francamente buenas pero de que son las mejores del mundo nasti de plasti. Hasta ahora las primeras de mi ranking son las de un restaurante llamado Almirez en Hervás, un pueblo preciosísimo en pleno valle cacereño del Ambroz. Las hacen de puerro, de calamares en su tinta, de jamón, de ibéricos... Si tenéis oportunidad no dejéis de ir. Como recomendación más de andar por casa os diré que las de Hacendado (otra vez el Mercadona) son estupendas. Parecen totalmente caseras y están ricas, ricas y con fundamento que diría aquél. También me gustan muchísimo las que hacen las madres de alguna de mis amigas (como la mía no las hace...). Aprovechan las sobras del cocido y están de muerte. Pero eso no son croquetas, son “cocretas”. 


            Bueno, pues eso, que a mí me gusta comer. Que disfruto un montón y que la gula me parece el mejor de los pecados; un pecado de gente maja, afable y bonachona. Ahora quiero perder unos kilos (cinco o seis), sé que tengo que renunciar a muchas cosas buenas y eso me entristece mogollón. Es inevitable. Pienso en las albóndigas de mi madre, en los tiramisuses de Rocío, en el arroz con leche de Flori, en los desayunos de Bruselas, en las croquetas de Hervás... y me pongo triste. Muy triste. 

ROSA


6 comentarios:

  1. Me ha encantado...sí señor, cuando vengas a mi casa te hago coquetas.

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  2. Lo que siempre pensé..tu siempre a la última .lat ,foody.y esque te pega Jujuy besos me encanta vuestro blog.san.

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  3. Saludos de otra foody convencida y confesa, la 'cocreta' perfecta la de mi madre, un pequeño detalle: Le Pain Quotidien es una franquicia belga, no francesa y en Madrid ya hay 5 y en Barna 1, por lo demás totalmente de acuerdo. Tu acompañante en LPQ en Bruxelles.

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    1. Mafaldita hija, y qué te cuesta darme a probar las cocretas de tu madre. Qué te cuesta, si sabes que me harías inmensamente feliz.

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  4. Yo también miro que tenga un buen desayuno, ¿y sabes lo primero que hago nada más llegar al hotel? Preguntar hasta qué hora se sirve, para no tener que madrugar mucho, jijiji.... cuando me dicen que hasta las 10:30 me vengo arriba!

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  5. me refiero a que el hotel donde vaya tenga buen desayuno

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