miércoles, 27 de noviembre de 2013

DE MAYOR QUIERO SER... FLACA


    Hace un par de meses decidí que estaba dispuesta a comenzar una vida nueva. No sé si he comentado aquí que para mí el año comienza el 15 de Septiembre, el día de mi cumpleaños. Como además coincide con el final del verano y el comienzo del curso escolar, me parece que es el inicio de todo y más que nada, el día en el que hay que hacer los actos de contrición y propósitos de enmienda. Este año hice mío uno de los buenos propósitos más manidos que existen: adelgazar. Yo vivía bastante feliz en la ignorancia. Me había pasado todo el verano sin pesarme y comiendo como si fueran a prohibirlo, como si no hubiera un mañana. Empecé a tomar conciencia del asunto a medida que me iba quedando sin ropa que me quedara cómoda. Me la seguía poniendo (buena soy yo para aprovechar las cosas) pero algo tan básico como respirar con ritmo y regularidad se me hacía una empresa difícil. Lo peor llegó cuando decidí subirme a la báscula. Fue una decisión dura y tuve que juntar muchos reaños para llegar a hacerlo, que conste. Los números fluctuaban indecisos mientras yo aguantaba la respiración, metía barriga y apretaba puños, mandíbulas y esfínteres al unísono. Cuando por fín se quedaron quietos y me percaté de mi peso real...toda mi vida pasó por delante de mis ojos. ¿POR QUÉ A MÍ, SEÑOR? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ A LA GENTE BUENA LE PASAN COSAS MALAS?, clamé al cielo desconsolada. (Concurso para los seguidores del blog: Se sortea un sobre sorpresa de Dora Exploradora a quien sepa decirme en qué circunstancias pronunció Ross esta frase en Friends. Podéis dejar las respuestas en los comentarios.)

 
    A partir de ahí establecí un diálogo intensivo con mi cuerpo para decidir la estrategia a seguir. Renunciar a las grasas trans, a picar entre horas, a los postres ricos... Tomar mucha fibra, comer piña a todas horas, beber litro y medio diario de agua... Lo de siempre. Ya he perdido algo más de cinco kilos pero aún me sobran otros tantos. Lo que más echo de menos es el pan. Ya sólo me como las miguillas que pillo encima de la mesa chupándome el dedo índice y me acuerdo muchísimo de Gloria Stefan porque oye, mi cuerpo pide salsa.




    No creáis que soy una tía disciplinada de principios férreos. Caer en la tentación siempre ha sido mi especialidad. De vez en cuando me salto la dieta y hago locuras, como comerme una paella o un plato de pasta. Me gusta vivir al límite y pocas cosas me gustan más que un buen plato de hidratos de carbono. En esos casos, cuando como arroz y espaguetis, alcanzo un estado muy cercano al Nirvana, palabra. Este sábado voy a comer en casa de mi tía y creo que va a preparar un cocido comodiosmanda. Un cocido de Luxe. Sólo de pensarlo hago como los perros de Pavlov.




   Como voy a pasar la próxima semana en Gijón y me reencontraré con gente que hace tiempo que no veo, os pediría desde aquí que me dierais alguna palabra de aliento. Un poco de arenga siempre viene bien. Se me ocurre, por ejemplo, que nada más verme me digáis que me encontráis muchísimo más delgada. Y si, al igual que mi madre, no me notáis ningún cambio en la figura, al menos decidme que me encontráis más guapa. Qué os cuesta.

ROSA


 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios: