lunes, 17 de junio de 2013

¿TE HUELEN LOS PIES?

    Esta mañana he inaugurado el verano. He realizado el solemne acto de ponerme sandalias. Qué a gustito, madre. Como han subido un montón las temperaturas y hace un sol de justicia, llevar sandalias procede. Es una pena que tenga los pies más blancos que los dientes y que tenga los dedos meñiques llenos de rozaduras y engüeñas porque si no, estaría bien mona. A mí las sandalias me parecen una prenda absolutamente femenina, como las bragas o los sujetadores. Yo es que veo a un hombre con sandalias y me echa como pa'trás. En cambio si las lleva con calcetines me sirve para alegrarme el día, fíjate. Me paso varias horas acordándome de la estampa y riéndome, como mi madre cuando recuerda a mi padre con el gorro de la piscina, que se troncha. Otra cosa son las chanclas, esas sí me gustan para los chicos. Qué pijada diréis, las chanclas sí y las sandalias no. Bueno, tampoco hay mucha diferencia entre una braguita y un slip y no hay duda de a quién le corresponde cada uno. En verano no se me escapa un pie. Voy por la calle la mar de entretenida mirándolos y tengo una capacidad retentiva asombrosa para ellos. No olvido uno. Si en alguna ocasión te veo los pies, ten por seguro que los recordaré siempre, probablemente más que tu cara. Hay pies horrorosos, de los que confirman el refrán “Es más feo que un pie” y algunos preciosísimos aunque son los menos. Me encanta cuando veo fotos de modelos esculturales con pies feos, me parece un castigo divino para compensar al resto de los mortales. Los míos son muy grandes (talla 40-41) pero bastante bonitos, será también para compensar. Me gusta llevarlos con las uñas cortitas y pintadas en colores claros aunque en alguna ocasión me he atrevido con el rojo. Pero ese es otro tema.


    Lo peor del verano es el olor. No me refiero al olor a mar, que curiosamente sólo percibes cuando no vives en un sitio de costa, o al olor a Coppertone de coco, tan típico de la playa de San Lorenzo de Gijón. Me refiero al nauseabundo aroma corporal que determinados individuos despiden a partir de mediados de junio, ya sea de pies, sobaco o no quiero ni imaginarme qué parte de su cuerpo. Trabajo en un organismo que ocupa un edificio muy grande con poca ventilación, muchos empleados y muchísimos más usuarios, entre los cuales siempre hay algún pestilente. Bufff. Lo peor es cuando te acorralan en el ascensor. Cágate lorito. El pestilente siempre te pilla por sorpresa, en plan encerrona. Puede ser que se cuele justo antes de que se cierren las puertas o que se acabe de apear cuando tú lo cojes, pero siempre es a traición. Por favor, pestilentes del mundo, revisen sus rutina de higiene. Gracias a dios ya existe conciencia higiénica colectiva y la inmensa mayoría de la gente se asea a diario. Véase que ya no digo se ducha a diario, que me conformo con que lo hagan en días alternos o se laven por parroquias, pero por favor un poco de agüita y desodorante, que no pasa nada. No es insalubre, no provoca ningún tipo de contraindicación adversa y no destruye las feromonas, estoy segura. Planteo un motivo más que evidente para ir recién aseado a un organismo público, centro de salud, comercio o similar: Te atenderán muchísimo mejor. ¿No te das cuenta, alma de cántaro, que si hueles a choto el funcionario/dependiente/empleado estará deseando que te vayas lo antes posible y no te prestará la debida atención? ¿No ves que no podrá escuchar lo que le dices porque el olor embotará el resto de sus sentidos? ¿No ves que no podrá dejar de pensar todo el rato “Joder, cómo apesta este tío” y no te informará adecuadamente? Lo sé a ciencia cierta porque lo he sufrido en mis propias carnes.


   Para que no digáis que sólo me quejo y no aporto soluciones os voy a contar un truco que hace años me dió mi prima Sandra (un beso prima, que sé que nos lees) y que anula durante mucho tiempo, incluso varios meses, el olor a pies. Se trata de meterlos veinte minutos durante tres días consecutivos en una mezcla de agua muy caliente y una taza de vinagre. Así de sencillo. Tres días, veinte minutos cada día. El vinagre tiene una capacidad bactericida impresionante que mata los bichitos que causan el olorcete a queso de los pinrreles. Os aseguro que funciona. Lo probáis y luego me decís.


   Hasta aquí el post higiénico de hoy. Espero que los amables consejos que os doy sean tomados en cuenta y sin más me despido, no sin antes agradecer la atención prestada. Atentamente:

ROSA

4 comentarios:

  1. Yo tengo una amiga que está obsesionada con los pies. Vamos a la playa y no para de mirar a la gente los pies. A mi personalmente es una parte del cuerpo que me horroriza. Sobre todo si son pies con dedos largos...

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  2. Yo no sé si los zapatos que compro es que son malos o es que los mato yo.

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    1. Realmente a mí no me han olido los pies hasta que me compré unas zapatillas de esparto, cosa que horrorizará a Rosita...pero sí, esas zapatillas existen; lo que no se debe hacer nunca es lavarlas porque como lo hagas ya están condenadas a oler mal para siempre y ese olor se impregna en los pies, no al revés. Lo digo como consejo, no las lavéis..como son baratitas, lo mejor es tirarlas y comprar unas nuevas. Pilar P.

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    2. Querida Pi: Las zapatillas de esparto son supertrendy este verano y a mí siempre me han encantado. Ñañañañañaña.

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