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jueves, 29 de agosto de 2013

¿HAY VIDA DESPUÉS DE LOS TREINTA?

   Hola gente. Como sabéis, recientemente he cumplido treinta y seis  años y me he animado a hacer este post para los que  sois más jóvenes. Para que sepáis que pasa por la cabeza de alguien que sobrepasa la edad de los treinta.  Y no sólo yo, sino que mi npm nos va a contar su experiencia teniendo en cuenta que él ya ha alcanzado los cuarenta hace  un par de añitos.  Ya sé que lo importante es estar vivo y esas cosas, y que da gusto cumplir años, pero esto no quita para darse cuenta que la naturaleza sigue su curso y por desgracia en el terreno físico lo hace en sentido descendente, aunque sí es cierto que en el plano personal  nos hacemos ..¿ más sabios?, (unos más que otros). Pues allá vamos con el post de hoy:
¡MADRE MÍA QUE DE COSAS NEGATIVAS!

   COMO MUJER... Siempre lo ha dicho mi madre: "yo a vuestra edad también estaba como vosotras, luego empecé a engordar". Por aquel entonces yo sólo resoplaba con resignación y decía para mis adentros: "¡qué pesada!, si a mi nunca me va a pasar".
 Siempre comí lo que quise y un poco más, y gracias a Dios nunca tuve problemas de obesidad. Lo que si es cierto, tal y como decía mi madre, es que a partir de los treinta lo que comes en exceso se queda agarrado en ciertas zonas del cuerpo y ya no es tan fácil eliminar esa "chicha" o "barriguita de la felicidad", ni con un atracón de Fairy. Por eso tenemos que vigilar más lo que comemos y practicar algo de ejercicio extra, porque ya no somos tan jóvenes y las hormonas  no nos hacen el trabajo sucio de quemar las grasas sin más.
   Otras cosas que noto a nivel físico, son las famosas patas de gallo que ya están apareciendo en mi rostro, las dichosas canas y ciertos pliegues feísimos que se han instalado en mis rodillas. ¡Con lo poco que he lucido yo mis piernas! Si volviera a nacer llevaría minifalda hasta para hacer deporte.
YO NO ME HUBIERA CAÍDO
   Esto es otra cosa que noto, que cierta ropa ya no te pega con tu cara. Aun me resisto a abandonar mis minifaldas pero lo cierto es que alguna que otra prenda ya me queda como "a un santo dos pistolas". Y esto no es justo.
ANA... ESTARÍAS MÁS GUAPA CON UN JERSEY DE CUELLO VUELTO
También noto los excesos del sol en mi piel. Imprudentemente cuando era joven tomé demasiado el sol, y ahora me salen pequeñas manchitas en la piel, y unas arrugas en el escote que no me gustan nada de nada. Así que jóvenas y jóvenes cuidadito con el sol. 
   En el plano personal también noto algún que otro cambio. Nunca fui muy dormilona, pero a medida que me hago mayor después de comer siempre  duermo unos minutejos, lo que en Asturias llamamos "echar un pigacín". No es  la mayoría de las veces, pero es algo que nunca me había pasado. Tampoco me apetece salir de fiesta como antes, sólo me apetece quedarme en casa y disfrutar de mis horas libres, porque tengo muchas cosas que hacer. Todo lo más en cuanto a salir, me gusta ir a cenar, tomar unos vinos y para casa. Supongo que esto ya no tendrá mucho que ver con la edad, y será una cuestión de gustos y hábitos.    También a pesar de ser una persona activa, me cuesta mucho ponerme con esa actividad. Mis movimientos ya van más lentos, y me fuerza de voluntad tarda muchas veces en despertar.
También me tomo la vida de  otra manera, ya no me da miedo hacer ciertas cosas, y ya no tengo ese complejo del ridículo que tenía antes cuando era joven. En sentido negativo y tal vez por mi profesión, me he vuelto un poco agria, una mujer con demasiado carácter, y a veces demasiado estresada. Esto es lo malo de todo, que adquieres más responsabilidades y eso a veces no es bueno.

En general siempre dije que cuando eres niña es la época que más vinculada estas a tus padres. Cuando eres adolescente te despegas más de ellos. Ahora en la madurez vuelves a contar con tu familia y a preocuparte, en mi caso en demasía, por sus achaques y demás historias. Aunque como conclusión diré que estoy muy a gusto conmigo misma y soy feliz aunque el tiempo vuele, porque la ilusión de vivir la vida a tope no la he perdido y nunca la perderé. 

ROCÍO

   COMO HOMBRE...Hace un par de años que entré en la cuarentena y de vez en cuando echo la vista atrás y observo los cambios que la edad ha traído a mi cuerpo. Cambios físicos, cambios mentales. Podría extenderme mucho acerca de todos los cambios pero así a grandes rasgos decir que mis amistades por lo general me comentan que  no he cambiado mucho en los últimos 20 años. Doy gracias por ello porque la verdad es que el paso del tiempo no me ha maltratado mucho, así que quizás no sea el mas indicado o el que mas puede hablar acerca de este tema. A pesar de ello si que se nota,  en lo que a mi se refiere, unas canas de más en el pelo, una incipiente barriguilla, algunos pelillos que te salen en sitios donde antes no tenias (véase las orejas), músculos un poco mas flácidos, arrugas tipo pata de gallo, alguna pequeña dolencia de anteriores lesiones deportivas, etc. En mi caso todo ello en muy pequeñas dosis , pero ahí están. Por supuesto todo tiene arreglo, tiñete el pelo, vete al gym a cultivar el cuerpo, haz dieta,  rasúrate bien, entrégate al bótox y haz unas buenas rehabilitaciones, es decir, conviértete en un esclavo de tu cuerpo.

   Personalmente paso  de todo eso. light. Lo que más noto a nivel físico es la capacidad de recuperación del cuerpo, antes retorcía un tobillo, tenia un golpe, cogía un catarro y en dos días como nuevo, ahora me lleva 15 días recuperarme de cualquier lesión. Antes salias un día hasta las 5 de la mañana y al día siguiente te levantabas temprano, ibas a la playa, a trabajar o incluso salías otra vez y sin problema ninguno.  Ahora si sales hasta las 5 al día siguiente no te levantas. Que conste que yo no tengo ese problema, no porque mi cuerpo aguante sino porque no salgo a horas intempestivas.
Pienso entregarme a la vejez con honor. No quiere decir que me descuide pero tampoco me voy a privar de cosas ni hacer sacrificios extra mas allá de lo necesario. Higiene, deporte, alimentación “medio” sana y un poquito de imagen todo ello en plan

   En lo mental la verdad es que yo he experimentado muy pocos cambios. Alguna responsabilidad adquirida del trabajo y poquito más. Una cosa que me llama la atención  es que me acuerdo de los consejos y sus correspondientes argumentos que me daban mis padres y me abuela cuando tenia 20 años, y que yo no solo no compartía sino que me sonaban a chino. A día de hoy me doy cuenta de la razón que tenían y no solo eso, sino que en muchas de aquellas cosas en las que intentaban instruirme me he vuelto aún más radical de lo que eran ellos. Cosas que cuando eres joven no le das importancia ninguna, obviamente porque lo ves desde otro punto de vista y con otros ojos (ojos de veinteañero).

¿Sabéis dónde noto el cambio de edad de ahora a veinte años atrás?. Cuando viajo. Antes  iba a viajes exóticos para hacer surf que es una de mis principales aficiones, y lo único que me planteaba llevar era mi tabla de surf y un bañador. Ahora aunque vaya a destinos similares, ya pienso aparte del equipaje normal, en mis gotas para la otitis casual, crema solar, unas aspirinas por si acaso, el réflex etc etc. Pequeño botiquín por lo que pueda pasar.
  
 Resumiendo: yo me veo viviendo una segunda juventud y soy feliz a pesar de los cambios .

ISRA

lunes, 17 de junio de 2013

¿TE HUELEN LOS PIES?

    Esta mañana he inaugurado el verano. He realizado el solemne acto de ponerme sandalias. Qué a gustito, madre. Como han subido un montón las temperaturas y hace un sol de justicia, llevar sandalias procede. Es una pena que tenga los pies más blancos que los dientes y que tenga los dedos meñiques llenos de rozaduras y engüeñas porque si no, estaría bien mona. A mí las sandalias me parecen una prenda absolutamente femenina, como las bragas o los sujetadores. Yo es que veo a un hombre con sandalias y me echa como pa'trás. En cambio si las lleva con calcetines me sirve para alegrarme el día, fíjate. Me paso varias horas acordándome de la estampa y riéndome, como mi madre cuando recuerda a mi padre con el gorro de la piscina, que se troncha. Otra cosa son las chanclas, esas sí me gustan para los chicos. Qué pijada diréis, las chanclas sí y las sandalias no. Bueno, tampoco hay mucha diferencia entre una braguita y un slip y no hay duda de a quién le corresponde cada uno. En verano no se me escapa un pie. Voy por la calle la mar de entretenida mirándolos y tengo una capacidad retentiva asombrosa para ellos. No olvido uno. Si en alguna ocasión te veo los pies, ten por seguro que los recordaré siempre, probablemente más que tu cara. Hay pies horrorosos, de los que confirman el refrán “Es más feo que un pie” y algunos preciosísimos aunque son los menos. Me encanta cuando veo fotos de modelos esculturales con pies feos, me parece un castigo divino para compensar al resto de los mortales. Los míos son muy grandes (talla 40-41) pero bastante bonitos, será también para compensar. Me gusta llevarlos con las uñas cortitas y pintadas en colores claros aunque en alguna ocasión me he atrevido con el rojo. Pero ese es otro tema.


    Lo peor del verano es el olor. No me refiero al olor a mar, que curiosamente sólo percibes cuando no vives en un sitio de costa, o al olor a Coppertone de coco, tan típico de la playa de San Lorenzo de Gijón. Me refiero al nauseabundo aroma corporal que determinados individuos despiden a partir de mediados de junio, ya sea de pies, sobaco o no quiero ni imaginarme qué parte de su cuerpo. Trabajo en un organismo que ocupa un edificio muy grande con poca ventilación, muchos empleados y muchísimos más usuarios, entre los cuales siempre hay algún pestilente. Bufff. Lo peor es cuando te acorralan en el ascensor. Cágate lorito. El pestilente siempre te pilla por sorpresa, en plan encerrona. Puede ser que se cuele justo antes de que se cierren las puertas o que se acabe de apear cuando tú lo cojes, pero siempre es a traición. Por favor, pestilentes del mundo, revisen sus rutina de higiene. Gracias a dios ya existe conciencia higiénica colectiva y la inmensa mayoría de la gente se asea a diario. Véase que ya no digo se ducha a diario, que me conformo con que lo hagan en días alternos o se laven por parroquias, pero por favor un poco de agüita y desodorante, que no pasa nada. No es insalubre, no provoca ningún tipo de contraindicación adversa y no destruye las feromonas, estoy segura. Planteo un motivo más que evidente para ir recién aseado a un organismo público, centro de salud, comercio o similar: Te atenderán muchísimo mejor. ¿No te das cuenta, alma de cántaro, que si hueles a choto el funcionario/dependiente/empleado estará deseando que te vayas lo antes posible y no te prestará la debida atención? ¿No ves que no podrá escuchar lo que le dices porque el olor embotará el resto de sus sentidos? ¿No ves que no podrá dejar de pensar todo el rato “Joder, cómo apesta este tío” y no te informará adecuadamente? Lo sé a ciencia cierta porque lo he sufrido en mis propias carnes.


   Para que no digáis que sólo me quejo y no aporto soluciones os voy a contar un truco que hace años me dió mi prima Sandra (un beso prima, que sé que nos lees) y que anula durante mucho tiempo, incluso varios meses, el olor a pies. Se trata de meterlos veinte minutos durante tres días consecutivos en una mezcla de agua muy caliente y una taza de vinagre. Así de sencillo. Tres días, veinte minutos cada día. El vinagre tiene una capacidad bactericida impresionante que mata los bichitos que causan el olorcete a queso de los pinrreles. Os aseguro que funciona. Lo probáis y luego me decís.


   Hasta aquí el post higiénico de hoy. Espero que los amables consejos que os doy sean tomados en cuenta y sin más me despido, no sin antes agradecer la atención prestada. Atentamente:

ROSA