Me encantan los regalos. No me parece que sean un invento consumista del Corte Inglés, me parece que son lo único bueno de los cumpleaños o las Navidades y creo que es una forma estupenda de demostrar cariño. No sólo me gusta recibirlos, también me gusta hacerlos. Lo que pasa es que los regalos hay que currárselos y no vale eso de “el detalle es lo que cuenta”. Sé que en ocasiones es difícil y por eso, y porque he leído recientemente un artículo que me ha inspirado, la verdad, os daré tres premisas básicas para acertar siempre, para no pifiarla, vaya.

1. Los regalos tienen que ser personalizados. Eso no quiere decir que tengan que llevar el nombre del destinatario bordado a punto de cruz, sino que tiene que ser algo que sepas que realmente le guste a él o ella. Un poco de empatía, por favor. Regalar algo que te guste a ti en lugar de pensar en la otra persona es un grandísimo error. Que me perdone el novioparejamarido de mi compañera de blog, que sabe que le aprecio mucho, pero... un guante de beisbol? Una pelota de rugby? Hummm. Tampoco se puede intentar cambiar a alguien al regalarle determinada cosa. No voy a ser deportista porque me compres unas mallas y unas zapatillas de aerobic y no me va a gustar el vino porque me regales tres botellas, un decantador y un sacacorchos. Lo fundamental para no equivocarse es la observación. Normalmente en días previos a la fecha señalada, el cumpleañero/a comienza a enviar señales, a dar pistas. Ojito ahí. Si tu chica se pasa horas mirando escaparates de bolsos, o de relojes, o de agencias de viajes... ¿no te dice eso nada? Si jamás lleva joyas, ¿a qué viene este conjunto de colgante de oro con pulsera a juego? ¡Hay que prestar atención!
Un inciso: Si vais a regalar ropa, cuidadín con las tallas. Es frustrante que te regalen una camiseta que te quede paquetera y que encima te digan: “Cómo no vas a caber, si es enorme”. Me recorre un escalofrío todo el cuerpo sólo de pensarlo.
2. Tiene que ser especial. En la primera ocasión que mi ex tuvo que regalarme algo (creo que era Navidad) me quiso comprar una freidora. El colmo del romanticismo. Si vas a regalar algo “práctico” al menos que sea bonito. No me regales una bata, un juego de sartenes o una plancha por mucho que la necesite. Eso es cutre y sólo se permite si el receptor lo pide. A la hora de regalar siempre es mejor preguntar que cagarla aunque eso anula el factor sorpresa y hace menos ilusión. La opción “toma el dinero y cómprate lo que quieras”... mal, sólo vale para los adolescentes. Su variante “Cómprate lo que quieras y luego te lo pago” … peor, muestra un terrible desinterés. “Te regalo un cheque-regalo de tu tienda favorita”... regular, aprobado raspadín.
Anécdota familiar: En una ocasión mi madre se enamoró de unos pendientes que vio en una joyería y se los compró. Aprovechando que era mediados de febrero, cuando llegó a casa le dijo a mi padre: “Mira qué pendientes más bonitos me has regalado por el día de los enamorados”. Mi padre los miró y con esa flema fantástica que tiene contestó: “Me alegra haber acertado. Estaba preocupado porque no sabía si te gustarían.” Qué bueno.
3. El regalo tiene que llegar a tiempo. Por favoooorrrr... Fundamental. No quiero decir con esto que si mi cumpleaños cae en miércoles y yo vivo en Tineo y tú en Alpedrete tengas que mandármelo por MRW (aunque no estaría mal); pero si hoy es sábado por la noche, estamos celebrando mi cumple en un restaurante estupendo, has sido invitado con suficiente antelación y me sueltas “¿Y yo qué te regalo?” te odiaré siempre. Bueno, a lo mejor no siempre siempre, pero en ese momento te odiaré mucho. Con toda la intensidad de la que soy capaz.
A mí particularmente me gustan los regalos perecederos. Me he ido dando cuenta con el transcurso del tiempo. No necesito conservar algo durante toda la vida para recordarlo como un regalo muy especial y así, además, no acumulo cosas en casa, que la mía es muy pequeña. Un ramo de flores nunca falla y sorprende muchísimo al recibirlo, un viaje sorpresa o estancia en un hotel o casa rural es de lo mejor que se me ocurre, un buen jamón ibérico con un vino fantástico (sí me gusta el vino, lo de antes sólo era un ejemplo), un paseo en globo aerostático, una experiencia relajante tipo spa, masaje o tratamiento de belleza...
El cumpleaños de Rocío es el 26 de agosto y el mío el 15 de Septiembre. No digáis que no avisamos con tiempo.
ROSA